La solapa es un ser que no existe, nada más que se la nombra para hacer
dormir a los niños. Esto me pasó a mí un día que andaba “vagueando”…
Vi a una señora vestida de blanco con un sombrero grande como el armario de
mi aula. Yo salí corriendo hacia mi casa y cerré la puerta con llave y después
me fui a dormir la siesta.
Se lo conté a mis hermanos y se reían porque creían que lo que contaba era mentira.
A la otra siesta se me apareció otra vez e hice lo mismo. A mí me empezó a
parecer que era algún familiar mío. Le pregunté a mi primo y me dijo que era
Mario, mi otro primo. Pues bien, me dije que tenía que “pagarle con la misma
moneda”. Entonces me disfracé y lo asusté como cuando hacemos bromas con un chasco.
Caía la noche y el cielo se tenía de negro. Y yo me fui a cenar, con mi
familia...
Federico Garmendia Molas
26 de setiembre de 1987